El Parto de Lola y Nico. Lola me escribió a las 10:30 am del miércoles 20 de enero de 2016, avisándome que el parto había comenzado. El día anterior se hizo la celebración del buen parto. Un ritual de "apapacho" y bienvenida que se hace previo al parto deseándole a la mujer un buen camino durante el nacimiento. Al final de la celebración ella y yo habíamos acordado qué fotografiaría su parto. Al igual que otros encuentros con mujeres y bebés, grandes serendipias cruzaron nuestros caminos.
En cuanto Lola me aviso que su trabajo de parto había comenzado, alcé mi maleta con cámara y equipos en mano y tomé un taxi en la ciudad de Oaxaca de Juaréz para llegar hasta su casa.
Encontré una gran casa habitada por muchas mujeres, comadronas cuidando y acompañando su espacio, como fue tradición hace unos pares de décadas. Estaba su madre, quién contaba que su parto no había sido doloroso y se angustiaba con las exclamaciones que salían de la habitación.
Afuera todo estaba ricamente preparado, Araceli la partera principal estaba con la partera acompañante y dos practicantes de partería Eugenia y Briseida. Me sorprendí mucho con el cuidado que percibía en cada detalle, ellas tenían dispuesto todo su equipo, que no era poco, afuera de la habitación de Lola y Nico, su pareja. Asistí a un trabajo de grupo muy organizado y serio por parte del grupo de parteras. Las otras mujeres que estábamos en casa, eran dos amigas de Lola, quienes junto a su madre preparaban deliciosa comida vegetariana para todos, y yo, expectante, observadora y silenciosa.
Entrar a la habitación y ver a Lola fue sorprendente, estaba ahí con su pareja recibiendo las contracciones. Para mí verlos fue una gran revelación, era como si las palabras de Laura Gutman diciendo que parir es un acto sexual se convirtieran en imágenes, yo había leído y asimilado este concepto de parir como un acto sexual, pero solo hasta ese día pude percibir de esta pareja lo que puede significar. Aunque era de día, la habitación estaba oscura y parecía de noche, la única fuente de iluminación era una luz de tungsteno proveniente de una lámpara de las parteras para poder observar en medio de la oscuridad el cuerpo de Lola.
Esa temperatura del color de la luz posibilitaba la intimidad, oscuridad, calidad y protección necesarias para el acto sexual, abriendo así un espectro de lo que entendemos por acto sexual,. Nico sostenía o soltaba a Lola según ella decidía, era la gran protagonista, y él era como su trapecio del cual ella se sostenía para ir y venir del vaivén que eran las contracciones. Su rostro a veces se veía muy sonriente, a veces no, de repente habría los ojos y luego se volvía a ir. Para mí la escena era clarísima, estaban allí juntos en esto, con sus cuerpos cercanos en el trabajo de parto, viviendo, experimentando, sintiendo, sudando y presentes.
Ese día gracias a Lola y Nico, descubrí al Hombre Pariente. Con la cámara siempre estaba atenta de encuadrar y enfocar a la mujer, casi que sacando de escena al hombre. Pero ese día no fue así, era tanta y tan evidente la presencia del compañero que gire el objetivo y a escena entró el hombre que pare, acá comencé a ver como hombres que deciden acompañar a las mujeres a parir, también tiene una experiencia directa y personal del parto.
Alguna vez escuché a Doña Enriqueta, patera tradicional diciendo que los hombres que veían a las mujeres parir aprendían a respetarlas. Y bueno es que no es lo mismo esperar sentado en una sala a que salga un bebé bañado y rosado envuelto en una cobija blanca a estar dispuesto y tener la posibilidad de sostener o soltar, sudar, desnudarse, llorar y sentir para ser también protagonista desde el lado masculino. Y al final tener también una experiencia de parir.